siendo veinte de agosto del año dos mil doce,
cuando el cielo de su pequeña patria era ceniza,
tantos montes ardiendo
bajo la acción estúpida del hombre.
Ay… ¡qué bien, que ya naciste!...
O más bien te trajeron, prematura, ante el mundo
tan cruel que ya intuías.
¡Y tú que te plantaste tan sentada!
¿Acaso ya querías, así, manifestarte,
rebelarte? ¿sabías qué te esperaba?
Es igual, ya naciste, ¡que suenen las campanas!
y no las oiga nadie que te resulte extraño, indiferente
Sigan inmaculadas esas lágrimas
de explosión de alegría de tu madre sencilla:
es la misma alegría de quienes la queremos.
Has de saber: tu madre ya te hablaba
y te quería
desde que tú eras sólo una almendra pequeña
que recibe la vida y, a su vez, vivifica;
que achica o que realza, como el mar que sostiene
ese bonito nombre que te ha dado, Marina.
Naciste o te nacieron, da lo mismo,
si al fin tú lucirás -ya estás luciendo-
como una estrella azul que nos deslumbra.
Y fíjate que ahora, sin querer, ya has robado
los ojos de tu madre: ¡sólo ven por los tuyos!
¡Adelante, pequeña! ¡Adelante, criatura!
Sé voraz de inquietudes y no pierdas tu herencia
de esa bondad inmensa y el amor que es tu madre,
y entonces dale a ella merecida alegría.
Acaso añadiría…
sigue tu propia luz, primigenia rebeldía
de tu incontaminada inteligencia:
abre muy bien los ojos, deja presto el oído,
defiende lo que piensas,
y no te postres nunca ante este mundo.
Tu fuerza irá creciendo, y tu luz será inmensa,
como una estrella nova que absorbe la energía
de estrellas que envejecen y de pronto se funden
en energía oscura, en incógnita pura
de tus futuras noches más maduras.
No hablas todavía, sólo emites gemidos
y pides alimento,
pero sé que me dices... “déjate de monsergas”.
Por eso ya resumo en este canto:
Naciste, ¡naciste tan preciosa! ¡qué alegría!
Y ojalá yo...
-autor de este poema que te brindo, Marina-
ojalá hubiera tenido bien armada la palabra
expresando el amor, todo eso que sentía
cuando nacieron...
mis propios hijos.
¡¿Por qué vendí mi tiempo hasta ese extremo,
dando tanto por nada -espejismo de plata-,
en qué engaño tan vil dejé caerme?!