Ayer, tus manos, padre
frente a frente, mirándonos.
Ayer tus manos entre las mías.
Palabras imposibles sostenidas en el aire:
quieres hablarme,
escribes...Ayer, tan sólo, padre, con tus palabras -todas-
otra vez repetidas: nostalgias agridulcesde tus ochenta y siete. Te arrolla ese pasado
de niño de la guerra,de abuelo ilusionado,
del perro que tenías...del amigo que murió hace más de un año.
echo en falta en tus labios
tus recuerdos de esposo, tus recuerdos
de padre).
Pero ayer...
ayer sólo con verte me bastaba,
y estar contigo a solas, cuando ríes o lloras,
tú -mi padre-con tus mudas palabras suspendidas
desde el pozo socavado por la muerte en tu garganta
hasta el aire alumbrado de cuando voy a verte.
Simplemente, simplemente porque…
te beso en la frente
y tus manos entre las mías.
Zarza de tu mudez, no enganches en tus espinos
las palabras avinagradas ni el acre humo,
porque así el amor se nubla y se hace extraño,
y ya sólo queda tiempo para las palabras blancas.
Vamos, vámonos poco a poco, padre,
el café que te gusta no está lejos:
cucharadas de sol caminando lentísimosy regresando aún más lentos:
paradas, descannnso...
desaliennnto…
Ayer contigo, padre.
Ayer mis recuerdos de niño, calladamente
callados entre tus manos y las mías.
Y un caminar despacio, en tu último trayecto:
recojo tu testigo (en algunos aspectos, yo...
yo ya me veo en ti, y siento miedo).
Consuelo, aprendizaje, hacia esa claraboya...
Tu última luz
Ayer